El oficio de hacer películas según el director de “AMADOR”. Dice León de Aranoa en esta selección de textos editados por Debate que las historias vienen a ser prácticamente las mismas desde hace siglos, y lo que legitima la función de los contadores de historias es cómo las transmiten a sus receptores. Un director de cine es un narrador audiovisual de historias. Y el cineasta madrileño no ha dejado de preguntarse sobre sus razones para dedicarse a esta profesión casi desde el mismo día que rodó su primer largometraje, “FAMILIA”, en 1996. Hoy, once Goyas y una Concha de Oro de San Sebastián -entre otros galardones- más tarde, sigue cuestionándose a diario su papel en el oficio de contar. A menudo lo hace por escrito.
En estas páginas desvela las claves de su forma de mirar: los temas que le tocan y terminan convertidos en películas; las anécdotas que podrían llegar a la gran pantalla pero mutan en relatos cortos (por los que ha obtenido el Premio Antonio Machado en dos ocasiones); los compañeros de profesión que le aportan otros puntos de vista; y los textos elaborados alrededor de sus películas, como herramientas internas de trabajo, artículos y reportajes o notas de rodaje. En CONTRA LA HIPERMETROPÍA, el director confiesa que su pasión en la vida era el dibujo hasta que se le cruzó un curso para escribir guiones y descubrió la urgencia de escribir. Cuando rueda intenta conciliar ambas obsesiones a través del guión, el storyboard y las imágenes finales, trabaje en un largo de ficción (“BARRIO”, “LOS LUNES AL SOL”, “PRINCESAS”) o en un documental (“LA ESPALDA DEL MUNDO”, “CAMINANTES”, “BUENAS NOCHES, OHUMA”); y ruede en Vigo, en México o en Uganda. Porque para él hay una necesidad básica y vital que recorre todas estas historias: que el cine se ocupe de lo que ocurre cerca, de lo que pasa todos los días frente a sus ojos.
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