La noche de 9 noviembre de 1989 el muro de Berlín comenzó a despedazarse. Con él también caía una forma distinta de ver el mundo. Evidentemente no fue un hecho aislado ya que tuvo sus antecedentes y sus consecuencias, pero lo que no se puede negar es que fue un acontecimiento cargado de simbolismo. Era el fin de la Guerra Fría.
La Perestroika, Mihail Gorbachov, la ruptura de Yugoslavia, el fin del Pacto de Varsovia, la caída de regimenes comunistas en la Europa del Este, etc... ponían la puntilla a casi cincuenta años de tensiones entre dos bandos bien diferenciados. Las tiranteces y las constantes amenazas entre los Estados Unidos y la antigua Unión Soviética fueron palpables para el resto del mundo. Era una guerra incruenta, sin presuntas bajas directas, y en la que los contrincantes se dedicaban a ser ejes de ejecución de estrategias políticas a lo largo y ancho del mundo.
Es aventurado hablar de un género cinematográfico que hable explícitamente de este enfrentamiento entre dos superpotencias. La realidad es que se habla del conflicto de manera sesgada, ya bien sea a través del cine bélico que nos sitúa en el territorio donde hubo enfrentamientos indirectos como Korea o Vietnam, o bien un cine de espías con luchas veladas entre los dos grupos, todo ello pasado bajo el filtro del terror ante una inminente guerra nuclear.
Como siempre Hollywood se implicó en la propaganda. Los inicios de la Guerra Fría fueron muy convulsos en el la Meca del cine. Fue un momento de purga masiva con "La caza de Brujas" del senador Joseph McCarthy entre 1950 y 1956. Los Estados Unidos habían puesto su punto de mira en un nuevo enemigo en el exterior, y por ello debían cortar de raíz cualquier indicio a su favor dentro del seno de su propio país. El Senador se dedicó a todos los ámbitos de la vida política, militar y cultural del país,por lo que era inevitable su paso por Hollywood. Guionistas, directores, actores, productores, todos pasaron por el filtro de McCarthy. Un tema apasionante del que ya hablaremos.
Continuando con la Guerra Fría una vez más, como ocurrió con la II Guerra Mundial, se echó mano del cine como medio para motivar e incitar a la lucha contra el enemigo de occidente. Curiosamente la maquinaria propagandística fue más prolífica durante los años 80, casi al final de la guerra, con un mensaje más directo y aterrador que lo anteriormente visto. Es en esa década cuando surgen productos como Red Dawn (1984) de John Milius, Invasion USA (1985) de Joseph Zito, Rambo III (1988) de Peter MacDonald, etc... No vamos a valorar su calidad pero nos sirven para ejemplificar el tipo de mensaje que se buscaba en esa época. Es el momento de Reagan y su guerra de las galaxias, del boom económico de los 80 en los Estados Unidos. Su visión del mundo se tornaba más radical y por ello se buscaba un mensaje explícito. Dicho mensaje era también una especie de aviso para las producciones fílmicas pesimistas que se habían levantado raíz del fracaso de Vietnam. Lo filmado anteriormente era subjetivo en el sentido de que tendríamos que hablar de las motivaciones personales del cineasta que lo ha ideado. Ya sea a favor de la causa o en contra, era difícil encontrar una balanza más inclinada hacia el lado del pensamiento americano como en los años 80.
Un caso interesante de cine a contracorriente lo constituye la película Seven days in may (1964) de John Frankenheimer, en la que se nos relata un supuesto golpe de Estado por los militares en los Estados Unidos de América tras la firma, por parte del gobierno americano, de un acuerdo de desarme nuclear total con los rusos. Un tema extremadamente delicado en aquella época.
Otros títulos que podemos consultar para contar este momento de la historia, con cierta visión crítica, son One, two, three (1961) de Billy Wilder, en la que se nos relata las aventuras y desventuras de un trabajador de la Coca Cola en el Berlin Oeste; Dr. Strangelove or: How I learned to stop worrying and love the bomb (1964) de Stanley Kubrick donde un general quiere a toda costa empezar el holocausto nuclear.
El miedo intrínseco al desastre nuclear fue uno de los motivos por los que ambos contendientes tuvieron el máximo de los cuidados antes de apretar el botón de lanzamiento.
Depués de la caída del telón de acero hemos tenido más cine dedicado a este acontecimiento como Thirteen days (2000) de Roger Donaldson para contanos un de los momentos más tensos, entre los dos contendientes, como fue la crisis de los misiles de Cuba.
A todo esto tenemos que añadir el cine motivado a raíz de los conflictos generados por las influencias de ambos países. La Guerra de Korea, Vietnam, Indochina, Afganistan, los espías, el muro de Berlín... todo fue llevado a la "gran pantalla" con más o menos fortuna.
La máquina de Hollywood relató todos estos acontecimientos, en la mayor parte de los casos desde un único punto de vista, para contarnos o adoctrinarnos sobre qué es lo que estaba pasando o había pasado en el mundo.
Este artículo se ha orientado hacia el eje americano dado que es el que más nos ha llegado. Bien es cierto que falta hablar de la visión de los cineastas europeos y rusos, pero es que ste tema da mucho y por ello hemos decidido avanzar en él acotándolo por ejes de influencia. Poco a poco iremos desarrollándolo.
Un saludo
martes, 20 de octubre de 2009
martes, 6 de octubre de 2009
FESTIVAL DE SITGES Y CINE FANTÁSTICO ESPAÑOL
Todavía no hemos terminado de recoger la alfombra roja del Festival de San Sebastián y ya tenemos que volver a desplegarla para el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, y ya van 42 ediciones. El 1 de octubre comenzó una de las citas más importantes para los amantes de los géneros como el terror, la fantasía y la ciencia ficción.
Estamos de enhorabuena porque la inauguración del festival ha sido con una película española. Rec 2 ha hecho las delicias de los seguidores del género gracias a la mano de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Y seguro que tiene mucho que decir Hierro de Gabe Ibáñez o Ingrid de Eduard Cortés.
La verdad es que tenemos una larga tradición en la fantasía, el terror o la ciencia ficción. En la mente de todos están presentes los nombre de Jesús Franco o Paul Naschy, verdaderos impulsores de este tipo de cine en nuestro país. Ellos son la cabeza visible de un cine todavía en pañales en aquella época, pero no nos podemos olvidar de otros nombres como Josep María Valls, Pastel de Sangre (1971); Alfonso Balcázar, La casa de las muertas vivientes (1972); Amando de Ossorio, Las garras de Lorelei (1973); Juan Piquer Simón, Mil gritos en la noche (1982). Evidentemente estos son sólo unos pocos nombres ya que la gesta en este terreno paracía no tener fin en los años 70 y 80 del siglo pasado. La fórmula no variaba mucho: Argumento sencillo y producción rápida. Todo se movía entre el Diablo, posesiones infernales, seres del abismo, vampiros, algún que otro psicópata todo ello pasado por cantidades industriales de sangre y de señoritas escasas de ropa. Pero la cuestión es que la fórmula funcionaba y muy bien.
Según han pasado los años la producción se ha relajado bastante pero se le ha intentado dotar de más calidad, ya sea a través de dinero invertido o argumentalmente. El terror más carnal ha ido dejando paso al terror más psicológico o a la fantasía más elaborada. Llegó 1995 y Alex de la Iglesía nos presentó El día de la Bestia y tras él llegaron otros con ideas distintas de entender estos géneros como Alejandro Amenábar con Abre los Ojos (1997); Jaume Balagueró con Los sin nombre (1999); Mateo Gil con Nadie conoce a nadie (1999).
Como culminación tenemos la creación de, la ya desaparecida, Fantastic Factory dirigida por Julio Fernández y Brian Yuzna. Fue un buen intento por crear una productora dedicada al cine de terror y ciencia ficción en España con colaboraciones del extranjero y gracias a ella tenemos productos como Darkness (2002) de Jaume Balagueró, Beyond Re-animator (2003) de Brian Yuzna y Bajo aguas tranquilas (2006).
Lo que queda claro es que el espíritu de esas películas de los 60, los 70 o los 80 ha perdurado en los nuevos realizadores. Todos sentimos cierta añoranza de esas producciones que contaban con más espíritu que medios. Gracias a ellos hemos ido creciendo y está claro que los resultados son inmejorables. Las producciones españolas han sabido asimilar los requisitos mínimos de estos géneros y además hemos dotado de originalidad a nuestros productos y están ofreciendo calidad al resto del planeta. Y eso es una gran noticia para todos.
Un saludo.
Estamos de enhorabuena porque la inauguración del festival ha sido con una película española. Rec 2 ha hecho las delicias de los seguidores del género gracias a la mano de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Y seguro que tiene mucho que decir Hierro de Gabe Ibáñez o Ingrid de Eduard Cortés.
La verdad es que tenemos una larga tradición en la fantasía, el terror o la ciencia ficción. En la mente de todos están presentes los nombre de Jesús Franco o Paul Naschy, verdaderos impulsores de este tipo de cine en nuestro país. Ellos son la cabeza visible de un cine todavía en pañales en aquella época, pero no nos podemos olvidar de otros nombres como Josep María Valls, Pastel de Sangre (1971); Alfonso Balcázar, La casa de las muertas vivientes (1972); Amando de Ossorio, Las garras de Lorelei (1973); Juan Piquer Simón, Mil gritos en la noche (1982). Evidentemente estos son sólo unos pocos nombres ya que la gesta en este terreno paracía no tener fin en los años 70 y 80 del siglo pasado. La fórmula no variaba mucho: Argumento sencillo y producción rápida. Todo se movía entre el Diablo, posesiones infernales, seres del abismo, vampiros, algún que otro psicópata todo ello pasado por cantidades industriales de sangre y de señoritas escasas de ropa. Pero la cuestión es que la fórmula funcionaba y muy bien.
Según han pasado los años la producción se ha relajado bastante pero se le ha intentado dotar de más calidad, ya sea a través de dinero invertido o argumentalmente. El terror más carnal ha ido dejando paso al terror más psicológico o a la fantasía más elaborada. Llegó 1995 y Alex de la Iglesía nos presentó El día de la Bestia y tras él llegaron otros con ideas distintas de entender estos géneros como Alejandro Amenábar con Abre los Ojos (1997); Jaume Balagueró con Los sin nombre (1999); Mateo Gil con Nadie conoce a nadie (1999).
Como culminación tenemos la creación de, la ya desaparecida, Fantastic Factory dirigida por Julio Fernández y Brian Yuzna. Fue un buen intento por crear una productora dedicada al cine de terror y ciencia ficción en España con colaboraciones del extranjero y gracias a ella tenemos productos como Darkness (2002) de Jaume Balagueró, Beyond Re-animator (2003) de Brian Yuzna y Bajo aguas tranquilas (2006).
Lo que queda claro es que el espíritu de esas películas de los 60, los 70 o los 80 ha perdurado en los nuevos realizadores. Todos sentimos cierta añoranza de esas producciones que contaban con más espíritu que medios. Gracias a ellos hemos ido creciendo y está claro que los resultados son inmejorables. Las producciones españolas han sabido asimilar los requisitos mínimos de estos géneros y además hemos dotado de originalidad a nuestros productos y están ofreciendo calidad al resto del planeta. Y eso es una gran noticia para todos.
Un saludo.
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